mastodon.uy es uno de los varios servidores independientes de Mastodon que puedes usar para participar en el fediverso.
Primer servidor uruguayo de Mastodon. Verdad, memoria, justicia y autogestión. Registro por aprobación. Si el correo de confirmación no llega, mirá en spam.

Administrado por:

Estadísticas del servidor:

247
usuarios activos

#lenguaje

0 publicaciones0 participantes0 publicaciones hoy
Continuó el hilo

Callarme porque ninguna de la montaña de palabras que he proferido se ha acercado al dolor o la alegría. Callar y pisar lo inefable, lo desconocido, lo misterioso. Callarme para no eclipsar con cháchara el despliegue de la duda en el cuerpo. Callarme porque lo real no puede ser dicho ni invocado ni conjurado. Callarme y parar. Callarme y dar la espalda. Callarme para ser lo suficientemente liviano compo para ser arrebatado por la deriva.

Ojalá pudiera no hablar con coherencia. No hablar más. Abandonar la coherencia. Cambiar el lenguaje que a través de mí emite el Imperio por mero balbuceo, comunicarme apagando y encendiendo la luz del salón, cambiando la disposición de las piedras o la decoración de los estantes, con golpes y rasguidos, emitir palabras sin fondo o tan desgramatizadas que no puedan ser entendidas y solo permitan adentrarse, que se las recorra como el que invade el tabú o el territorio de un ogro. Ojalá mi lengua como un desierto o una jungla, como un abismo, como una cría que tirita, como la bóveda invisible de la grutaestómago del mundo. Ojalá no ser parte de, engranaje o eslabón, miembro, contribuyente, catalizador y materia prima. Ojalá atreverme, como decía aquel, a ser poema, a subir al risco, a balar y revolcarme, al aullido y a pasarte el brazo por el hombro cuando sienta que sufres. Ojalá los conceptos ideales triturados, hechos tierra, lombriz en vez de lengua, rizoma y micelio en vez de templo. Ojalá callarme para siempre, ojalá comprendiera la parte sumergida del silencio.

¡Nos lanzamos al Fediverso con una nueva colaboración!

Si las bibliotecas son accesibles, digitales, híbridas, relacionales, sostenibles... ¿cómo definir lo que realmente son? ¿Ponerles nombre las encierra o las potencia?

Damos la bienvenida a Fátima Canosa, que se une como nueva colaboradora con un estreno especial: "Las bibliotecas fuera de los límites semánticos" biblogtecarios.es/fatimacanosa

Todos. Todas. Todes.

La patrulla de la Lengua es siempre una patrulla del pensamiento y de las acciones.

Porque decirte cómo debés hablar o escribir es obligarte a que pienses y hagas lo mismo que ellos. Ellos creen que existe un solo pensamiento válido: el de ellos.

La Lengua siempre expresa relaciones de poder. Y el Lenguaje es un campo de lucha cotidiana por ese poder.

#ReflexionesAwkapuma

225- Tu acento ¿condiciona la audiencia?

https://open.spotify.com/episode/7eLOgmZluj01VbFNT0N6tm?si=fd90da9d9b5d402c

Bastante antes de que comenzara la pandemia, cierto día manteniendo una conversación con alguien con quien años después -allá por 2019-, lanzaríamos un podcast, mientras hablábamos de nuestro día a día en España, sobre seguidores, posicionarse, y tantas otras cosas, me hizo ver que quizá no había tenido en cuenta la desventaja que significaba -o podría significar- en la repercusión de un contenido o directamente al “hacerse oír”, el hecho de ser inmigrante, que no es algo que en mi caso salte a la vista, pero si al oído. Por eso hoy te quiero hablar del acento, mi acento.

Foto de Amir Mortezaie en Unsplash

Hola que tal ¿Cómo estás? Soy Carlos Vitesse y te doy la bienvenida a una nueva entrega de Bitácora Mental.

Después de casi 20 años viviendo en España, y mas precisamente en Catalunya, hay algo que todavía no tengo claro, y es si mi forma de hablar causa simpatía, o rechazo. Descarto la opción de indiferencia, porque ese podría ser el resultado de estar absolutamente mimetizado con el lenguaje local, algo que nunca me consideré capaz de conseguir, sobre todo porque no hablamos ya de un acento español, sino de comunicarse en catalán. Un idioma que por cierto estudié en los primeros tiempos que estuve por éstas tierras, y que abandoné relativamente rápido, por cuestiones de trabajo.

Confieso que desde mi llegada a la península, tuve la intención de integrarme en todo sentido, quedando comprendido también lo relativo al lenguaje, un tema no menor, y que pronto descubrí sería tarea complicada, incluso rozando la utopía.

Cambiar costumbres resultaba un tema que pasaba exclusivamente por la voluntad, y por mas arraigadas que uno trajera un montón de cuestiones, y una forma de vida con la que había recorrido ya 40 años por los caminos de este mundo, la tarea se presentaba accesible, y hasta cómoda. Muy diferente pintaba el ser capaz de expresarse en el castellano de la zona, y bastante peor en catalán, al menos haciéndolo con el respeto que me impongo en este tipo de cuestiones. Así fue que pronto me di cuenta de que convertirme en catalano-parlante no era algo que me hiciera feliz, porque teniendo tanto puntos de contacto con el castellano, estaba haciéndome dudar de cosas que tenía perfectamente aprendidas.

La cerveza con “s” en vez de “z”, el móvil con “b” en vez de “v”, y tantas y tantas otras cuestiones, estaban haciendo que cada vez escribiera peor mi castellano rioplatense de toda la vida, y actualizado al de la península ibérica, aunque con ciertas licencias del hemisferio sur, como era de esperar. Y probablemente, aunque no atribuible a la leyenda de la “crisis de los 40s”, la edad o la pereza disimulada en resistencia mental, no paraba de enviarme mensajes de alerta con titulares en rojo, donde quedaba claro que el riesgo de quedarme a medio camino entre castellano y catalán, -perdiendo facultades en el primero-, iba a ser una realidad a muy corto plazo. Y eso me hizo pensar rápidamente en aquello de “aprendiz de todo, oficial de nada”.

Y fue así que decidí que no malgastaría energías nadando contra corriente, que evidentemente bajaba con una fuerza superior a la que sentía como propia para hacerle frente. Y asumí entonces que -en mi caso- lo mas inteligente era intentar conocer al máximo el catalán desde la propia calle, conseguir entenderlo perfectamente ya fuera hablado o escrito, pero a la hora de expresarme, hacerlo de la única forma en la que me sentía capaz, la misma que había utilizado toda la vida, aunque como decía antes, quizá con ciertos cambios, adecuados a mi nueva residencia. Y así he transitado las casi dos décadas que he visto pasar desde este hemisferio, y que sumadas a las de mi historia anterior, pronto me convertirán en eso que llaman “sexagenario”, que en mi juventud era casi un desprecio hacia la experiencia y la vida de alguien con cierto recorrido, y que hoy en este mundo de etiquetas, dependiendo de quien rotule y con qué intenciones, igual puedes ser un desgraciado, que el mas excéntrico de los mortales. En lo personal, me tiene sin cuidado la clasificación asignada por otros, ya que cada persona es un mundo, y solo el individuo involucrado sabe de que ha ido, y sobre todo de que va el suyo, qué gira a su alrededor, y qué órbitas considera de interés recorrer, en el tiempo que le sea concedido para ese viaje vital.

Pero intentando no divagar mas de la cuenta, y volviendo al principio, lo del acento y sus repercusiones no es un asunto intrascendente. Es mucho mas relevante de lo que parece, sobre todo porque la forma en que uno se comunica puede ser el detonante de muchas cuestiones. Situaciones en algún caso agradables, pero también otras muy desagradables, porque no nos engañemos, estamos también en puerta de jardines como la discriminación, el racismo, y cuestiones varias que evidentemente afectan a la vida de las personas, y en muchos casos, no precisamente de forma leve.

En lo que a mi respecta, tengo que decir que nunca me he sentido discriminado o de alguna forma ninguneado viviendo en España, aunque debería decir Catalunya porque a pesar de que he viajado y conocido otras comunidades y varios pueblos y ciudades, mi residencia permanente siempre ha estado dentro de la provincia de Barcelona. Y decía que no me he sentido extranjero, a pesar de ser consciente de mi condición de foráneo, porque quizá desde el aspecto personal, pasando por mis progenitores valenciano e italiana, pero sobre todo por mi respeto y disposición para ser siempre uno mas allí donde me encuentre, seguramente me han hecho las cosas un poco mas fáciles que aquellos que pretenden vivir en un sitio, como si estuvieran haciéndolo donde llegaron a este mundo, o incluso según la cultura de sus padres y demás familiares. Pero eso no quita que uno no se haya encontrado a más de un energúmeno, que apelando a su condición de nativo, e intentando defender lo indefendible, haya utilizado esa bajeza típica de quien hecha mano de lo que sea, para compensar el no estar a la altura. Pero mas allá de eso, no tengo nada que decir, uno es lo que es, y lo importante es dar la mejor versión de si mismo, y no intentar ponerse un disfraz para interpretar algo que no es, porque la autenticidad, la honestidad, y el respeto, son valores internacionales que suman allí donde los practiques, sin importar donde.

Y hablando de practicar, pasan los años, pero a pesar de que utilizo algunas palabras en sustitución de otras que por estas tierras no se utilizan, -aunque muchas veces están en el diccionario de la RAE y no precisamente como modismos del hemisferio sur-, no termino de sentirme cómodo con esa práctica a la hora de interactuar con la gente. Siento que no soy yo mismo y que no expreso el 100% de lo que quiero decir. Es una sensación rara, y no sé como explicarla, pero se me ocurre pensar en alguien de cierta edad que tiene conocimientos de inglés, pero que no le habían hecho falta, hasta que tras mudarse, la lengua de Shakespeare se convierte en su nueva realidad. Esa persona está acostumbrada a pensar en castellano, y tiene que adaptarse, utilizando las palabras del idioma local que significan o mas se acercan a lo que quiere transmitir. El tema es que esa sustitución de palabras se puede hacer, pero para quien las pronuncia, en su interior el proceso de comunicación no se vive de la misma forma, el sentimiento es diferente.

Y para dar una idea de a que me refiero, esto ocurre mucho cuando ante una situación inesperada, la persona lanza un improperio. En esa reacción inmediata y casi automática, el subconsciente nos traiciona y se espeta aquello que uno tiene arraigado en lo mas profundo de su ser. Esas palabras que sin lugar a duda expresan al 100% un sentimiento, una queja, una reacción de sorpresa, susto, insulto o lo que pudiera cuadrar según el caso. Uno puede estar todo el día hablando y sustituyendo cosas de su lenguaje para hacer más fácil una conversación a los oídos del interlocutor, pero de ocurrir ese imprevisto, esa situación disparadora, es prácticamente un hecho de que la persona inmigrante se exprese de la forma y con el lenguaje con el que ha crecido, porque para su yo profundo, es lo que verdaderamente representa en sonidos, aquello que está viviendo.

Dicen que el tiempo todo lo cura. Puede que así sea, y que vaya transformando las costumbres y rutinas de las personas, hasta conseguir adaptarlas y fusionar esos dos lenguajes, haciendo que la nueva residencia sea la dominante a la hora de hablar o escribir. Pero supongo que eso también depende de infinidad de factores, y el tiempo viviendo en un sitio afecta o incide de forma diferente a cada persona. Algunos rápidamente -y casi sin darse cuenta- comienzan a manifestarse incorporando inequívocamente un cierto tono, ritmo, o canto típico de la zona geográfica en la que se encuentran. Pero también son una realidad aquellos individuos que incluso después de 50, 60 o 70 años viviendo en otro ambiente con apenas algunos matices de diferencia, nunca consiguen hacer suya esa forma de expresarse. Y sin ir mas lejos, lo he vivido con mi propio padre que a punto de cumplir 98 años, y habiendo salido de Catarroja cuando tenía 25, no ha perdido detalles puntuales que sin lugar a duda lo siguen identificando con valenciano. Y no es que se lo haya propuesto, simplemente así se han dado las cosas. Caso totalmente opuesto, mi madre, que habiendo partido de Nápoles con menos edad que mi padre, desde mi niñez si no me hubieran dicho que era italiana, no lo hubiera adivinado. En realidad pensaría en un origen también español, porque no ha adquirido el vocabulario del que viene siendo su hogar desde prácticamente toda la vida, y su castellano tiene bastantes tintes ibéricos, probablemente influida por mi padre y los 60 y pico de años que llevan juntos.

En resumen, que después de casi 20 años instalado en la madre patria, no me nace decir “vale”, porque desde niño he usado muchísimas expresiones que para esos casos mi cerebro me exige pronunciar. Y solo por mencionar alguna, diré: Ok, perfecto, bien, sí, fenómeno, genial, buenísimo, comprendido, y una larga lista de palabras que además de querer decir “vale”, le otorgan cierto matiz de información al interlocutor, mostrándole mi grado de conformidad, resignación, aceptación, etc. Pero si acaso tuviera que quedarme con solo una respuesta equivalente a ese “vale”, en mi caso y el de aquellos que nacimos en Uruguay -al menos hace ya unos cuantos años-, sería “tá”, una abreviación de “está”, y que en 2 letras conjuga inequívocamente el estar asintiendo afirmativamente a lo que se nos dice. La verdad no recuerdo de donde viene, ni cuando el acervo cultural uruguayo incorporó el archi utilizado “tá”, pero desde que tengo memoria se ha usado de mil formas, y en las mas variadas situaciones, alguna de ellas famosas, como en la voz de Víctor Hugo Morales que desde los 70s escuchaba relatando fútbol y haciendo uso de esa muletilla. Recurso local que quizá se dio a conocer mundialmente allá por el 22 de junio de 1986, cuando desde su garganta puso voz al relato de lo que se conoce como “el gol de siglo”, durante el partido por el Mundial de México, en el que Argentina en los pies de Diego Armando Maradona convierte frente a Inglaterra, y en la que Víctor Hugo al micrófono despliega todo su arte y verborragia, inmortalizando entre otras cosas una variante del uso del “tá”, repitiéndolo como preámbulo de la máxima explosión de alegría futbolera, el esperado gol.

Pero volviendo al tema que nos ocupa y para ir redondeando ya el asunto, el problema, -mi problema- no es el vale, que no uso, pero tampoco sustituyo por el “tá”. La cuestión es mucho mas amplia, y resulta en la “incapacidad” de adopción de cantidad de palabras y frases de uso y costumbre local que no soy capaz de decir, porque de hacerlo sería como estar actuando en una obra de teatro con capa y espada. Y no quiero extenderme con cosas similares, porque si acaso ya haré algún día un episodio en el que aborde palabras o incluso frases del día a día en la península, y como serían en el Río de la Plata.

Y quiero enfatizar en el hecho de que no es que me niegue por mantener un acento, o defender algún tipo de cultura o idea, es que simplemente -al menos de momento- sigo sin poder expresarme de una forma en la que perciba mas propia de la interpretación de un personaje, que de ser yo mismo. No es una resistencia gratuita, es una lucha por la autenticidad del sentimiento y la comunicación, porque de la misma forma que no le diría a alguien algo para engañarlo, tampoco puedo decir aquello que en mi mente no suena auténtico expresado en palabras.

Y ya para cerrar, seguramente alguien podría pensar, pero… “entonces nunca serás capaz de hablar otro idioma”. Y pensando por ejemplo otra vez en el inglés, las cosas son diferentes, porque no hay puntos de contacto, la traducción es total y no de “matices”, con lo que se me hace mas fácil. No así con el catalán, que como decía al principio, no tardé mucho en darme cuenta de que entenderlo era una cosa, pero hablarlo decentemente según mi criterio de exigencia, implicaba un nivel para el que no estaba preparado, ni me consideraba capaz de conseguir.

Por tanto, después de estos minutos vuelvo al principio, y quizá con mas tiempo algo pueda cambiar, y finalmente sea capaz de quitarme esa especie de disfraz de actor con sensación de impostor cada vez que me veo forzado a expresarme de una forma que no refleja el 100% de lo que el subconsciente me dicta en primera instancia, pero de momento no lo consigo. Por eso estoy muchas veces “entre dos aguas”, con el permiso del maestro Paco de Lucía, utilizando aquí el título de su magnífica canción, para referirme a esta situación en la que 10.000 km de distancia que separan dos castellanos de la misma madre patria, por el camino de los tiempos tuvieron vida propia.

Y como decía, van casi 20 años y el tiempo sigue corriendo, mientras desde hace muchísimo tiempo, a la hora de ver una serie de tv o escuchar un podcast, los prefiero en español. Se me hace raro incluso escuchar algo argentino o con mi propio acento, y del mismo modo el de países de otras latitudes del continente americano, incluido el hemisferio norte. Mis oídos ya no están habituados, no sienten esa comodidad y placer al consumir un contenido en audio o vídeo y que ese sentido no identifique claramente con España.

En fin, que no te robo mas tiempo, pero analizando lo que acabo de decir, creo que la persona que citaba al principio, tenía razón al hacerme ver que no había reparado en un detalle quizá importante a la hora de grabar un podcast, o en todas estas cuestiones de redes sociales. Sobre todo porque en mi caso no pretendo hablar o escribir para un público de mis orígenes, es mas… Carlos Vitesse ha sido creado justamente hace dos décadas como seudónimo en internet para marcar claramente un antes y un después. Dos etapas bien diferenciadas e inconexas. Pero al menos en el terreno del lenguaje, esos dos tercios del camino recorrido, siguen tirando todavía mucho en los escenarios de la mente.

Y hasta aquí el Bitácora Mental de hoy. Muchas gracias por tu tiempo al leer o escuchar este contenido, y te espero en la próxima entrega.

Puedes escuchar Bitácora Mental #Podcast en cualquiera de éstas plataformas y aplicaciones:

También en Ivoox

Aquí tienes el Feed del podcast.

Puedes seguir Bitácora Mental en:

Mas sobre Carlos Vitesse en:

Twitter | Mastodon | Facebook | Instagram | YouTubeThreads | Bluesky